Nuestro alfabeto es un sistema de signos cuya interacción permite la representación visual del lenguaje. Cada signo posee características propias, pero sus aspectos comunes con el resto de las letras del sistema nos ayudan a reconocerlos como pertenecientes a un mismo grupo.
La familia tipográfica es un conjunto de signos alfabéticos y no alfabéticos con características estructurales y estilísticas comunes, que permiten reconocerlas como pertenecientes a un mismo sistema. Una familia, desde el punto de vista del diseño, es un programa.
Los signos alfabéticos que componen la familia tipográfica son letras mayúsculas, mayúsculas tildadas, ligaduras mayúsculas, minúsculas, minúsculas tildadas y ligaduras minúsculas. Los signos no alfabéticos son los números (mayúsculos o minúsculos, y tabulares o de ancho variable), los signos de puntuación y los signos comerciales. Hay familias que incluyen un tercer grupo de signos: las capitalitas o versalitas —signos mayúsculos de tamaño menor— y las capitalitas o versalitas tildadas.
En una familia tipográfica se encuentran diseñados todos los elementos necesarios para escribir un texto de cualquier clase o género en varios idiomas.
Cuando la imprenta utilizaba tipos de plomo, estos eran guardados según un orden determinado en la «caja». Esta caja tenía dos estantes, uno superior donde se acomodaban las mayúsculas y uno inferior en el que estaban las minúsculas. De aquí derivan los nombres de “caja alta” y “caja baja” para los dos sistemas de alfabetos. En español, encontraremos frecuentemente el término burro o chibalete para referirse al mueble de la caja tipográfica.
El nombre de los componentes de la caja tipográfica para el conjunto de todos los tipos de una familia, alfabéticos o no, deriva de la época en la que los caracteres de plomo tenían este ordenamiento por familias.
La tipografía, además de funcionar como representación gráfica del lenguaje, tiene también una dimensión estructural y estilística que permite asignar connotaciones estéticas y culturales particulares a cada familia.
Para ser efectiva, la comunicación visual requiere el establecimiento de diferentes niveles de lectura que se correspondan con las jerarquías de un texto. La tipografía resuelve este problema de las variables tipográficas.
Las variables tipográficas constituyen alfabetos alternativos dentro de una misma familia, por lo tanto mantienen el criterio de parentesco estructural y estilístico entre sí. Estos alfabetos alternativos son variables que permiten resolver diferentes ritmos o pesos dentro del mismo sistema de signos.
En principio, las variables afectan a la letra en tres posibles ejes:
- peso (liviana o light, normal o regular y negra o bold)
- eje (redonda o regular o roman e itálica o italic)
- ancho (condensada o condensed, regular o regular y expandida o extended).
- SOLOMON, Martin. El arte de la tipografía, Tellus, Madrid.
- RUDER, Emil. Manual de diseño tipográfico, G. Gili, Madrid.
- FRUTIGER, Adrian. Signos, símbolos, marcas y señales, G. Gili, Madrid.
- DE BUEN UNNA, Jorge. Manual de diseño editorial. 3.ª edición, corregida y aumentada. Trea Ediciones, España, 2009.
- MARTINEZ DE SOUSA, José. Manual de edición y autoedición, Pirámide, España, 1999.
El peso modifica el trazo de la letra y por lo tanto su color; el eje cambia la estructura, por lo que produce cambios en el ritmo; y el ancho modifica la estructura de los signos, cambio que se hace evidente en el cambio de las contraformas, además de producir modificaciones en el rendimiento del texto.
Cada una de estas variables tiene distintos usos dentro de una composición y, aunque existe cierta tradición, deberán ser siempre probados y verificados por el usuario.
Bibliografía
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